CEPRID
Como si existiese
un fatalismo histórico, otra vez, un Presidente de la República de Colombia,
Juan Manuel Santos, traiciona al ideal de la Patria Grande concebida por el
Libertador Simón Bolívar, al obedecer los mandatos de las oligarquías
conservadoras y el dictado imperial, para casi de rodillas, implorar que sea
admitida como socia de la OTAN, la poderosa maquinaria de guerra del imperio y
sus aliados de UE, hecho que fisura gravemente a la Celac y Unasur.
Esas oligarquías colombianas y generalmente latinoamericanas
y caribeñas, enriquecidas con el sistema de explotación más cruel e inhumano, y
con el robo de las tierras y los recursos a los campesinos, y el pillaje
corrupto a sus pueblos, jamás entendieron lo que Simón Bolívar decía en 1829
desde Guayaquil: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para
plagar a la América de miserias a nombre de la libertad”
En 1826 se efectuó el Congreso Anfictiónico de
Panamá, que fuera convocado por Simón Bolívar, para plasmar el ideal de la
unión latinoamericana y caribeña. Ordenó expresamente no invitar o involucrar a
los Estados Unidos, pero el General Francisco de Paula Santander, presidente de
la Gran Colombia, desobedeció la orden y cual lacayo del nuevo imperio invitó a
John Quincy Adams, presidente de los Estados Unidos, para que asistiera él o
sus delegados a tan importante y trascendental Congreso. Bolívar al enterarse
de la desobediencia traicionera, en carta le dijo a Santader: “este paso nos
costará pesadumbres con los albinos”, y aunque el Congreso fracasó, los
Estadounidenses no cejaron en sus diatribas hacia El Libertador.
Desde la visionaria Carta de Jamaica (1815),
Simón Bolívar señalaba el imperativo de una alianza entre los países que fueron
subyugados por la Corona de España, y así poder contrarrestar una reconquista
española o la infame influencia de otras potencias.
A partir de 1817, los Estados Unidos comenzó su
política expansionista. A cualquier precio quería anexionar el territorio
francés de Lousiana y la Florida española sin apartar sus ojos de águila
imperial de las islas del Caribe.
En 1824, se impuso
la Doctrina Monroe; “América para los Americanos”, que ha servido para que
Estados Unidos considere a América Latina como su patio trasero y al Caribe
como su lago particular. Además, jamás se debe olvidar la propagandizada
“democracia” que le sirvió para imponer atroces dictaduras, invadir
militarmente a las repúblicas libres y soberanas en defensa de sus intereses, y
pretender neocolonizar a nuestras patrias para santificar el saqueo de los
recursos naturales y oprimir a nuestros pueblos.
En los últimos
tiempos impuso las dictaduras fascistas en el Cono Sur, implantó las
sanguinaria Operación Cóndor, impuso el Plan Colombia y luego el Plan Patriota
para declarar la guerra contra el ”narcotráfico internacional” y las guerrillas
de las FARC-EP y ELN, apropiarse de ocho bases militares y ahora ordenar, junto
al conservadurismo que es uno de los más depravados de la política
latinoamericana,. la presencia de la Organización del Tratado del Atlántico
Norte -OTAN- como una real amenaza a la paz, seguridad, independencia y
soberanía de las naciones de América Latina y el Caribe. Para el imperio no
basta mantener el bloqueo genocida por más de cincuenta años en contra de Cuba,
ni en los últimos años haber derrocado mediante golpes de Estado a los
Gobiernos de Zelaya en Honduras, de Lugo en Paraguay e intentar golpes de
Estado para derrocar a Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro en Venezuela
Estados Unidos quiere todo el poder y para
subyugar a nuestros pueblos y para ese fin ese fin, inclusive ha patrocinado la
Alianza del Pacífico para aprovechar el sometimiento de los gobiernos de las
derechas de Chile, Paraguay, Colombia y México, Alianza, además, que sirve para
contraponerse al ALBA.
El imperio quiere más: Meter a la OTAN en
América Latina y el Caribe de la mano de Colombia del conservador presidente
Santos, mediante un asociamiento servil, acto que fue calificado como una
“puñalada en la espalda” por el presidente de la República Bolivariana de
Venezuela, Nicolás Maduro.
Casi dos siglos
después de haberse consumado la traición de Santander, ahora se produce la
traición de Santos, justamente cuando los países de América Latina y el Caribe
decidieron cumplir el sueño de Bolívar con el inicio de los procesos
integracionistas de la Celac, Unasur, Mercosur, el ALBA. Los herederos
políticos del general Santander, se arrastran ante el imperio y obedecen sus
mandatos, para ser parte de la OTAN con el uso de argumentos peregrinos, fuera de
toda razón histórica que les ha llevado a firmar un “pacto de cooperación” con
la más criminal maquinaria de guerra de estos tiempos: La OTAN.
¿PARA QUÉ
COLOMBIA QUIERE UN CONVENIO CON LA OTAN?
El presidente
colombiano Juan Manuel Santos “toma cada vez más mayor distancia de la
corriente ideológica que se impuso en América Latina en la última década. Con
la muerte de Hugo Chávez, al que incluso llegó a llamar “su mejor amigo”, el
mandatario colombiano ha vuelto a sus orígenes ultraconservadores y ha tomado
importantes decisiones” que lo atan cual lacayo al imperio del terror, como si
no bastaran el Plan Colombia, el Plan Patriota y la cesión de ocho bases
militares. Obediente al imperio quiere a la OTAN en el territorio de Colombia,
¿para qué?
Para qué, si se entiende que Santos alcanzará la
paz con las FARC-EP que se negocia en La Habana. En consecuencia no habrá
“terroristas”, ni enemigos internos a quienes combatir porque ese acuerdo se
extenderá también al ELN. Pese a la intervención de Estados Unidos, las
guerrillas no han podido ser doblegadas ni derrotadas. Nunca se producirá una
victoria militar ni del Estado ni de las guerrillas, y esta verdad es harto
conocida por el imperio y por el Estado colombiano, por eso es necesario
alcanzar la paz con negociaciones de por medio.
¿Acaso quiere
Santos agredir a Venezuela, Ecuador, Nicaragua convertidos en regímenes no
gratos a Washington? ¿Para ese objetivo agresivo y ahistórico Colombia tiene
más de 700.000 hombres en armas: 400.000 en el ejército, marina y aviación;
180.000 en la policía nacional: 120.000 en lo que se conoce como labores de
inteligencia; 80.000 hombres en las llamadas fuerzas irregulares, es decir,
para-militares, carteles de la droga, bandcrim (bandas criminales)
Cualquier acto de agresión sería una locura
rechazada por el mundo entero, menos por Estados Unidos y la OTAN.
Sin necesitarlo,
Colombia firmó un acuerdo de intercambio de información, buenas prácticas en
materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico y el terrorismo con la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
“El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, y
el comandante supremo aliado, el general estadounidense Philip Breedlove,
prepararon la firma y dialogaron sobre cooperación en temas de seguridad, informó
el ministerio de Defensa colombiano en un comunicado distribuido en la capital
belga.
Pinzón y Breedlove
abordaron asuntos relacionados con la construcción de integridad y
transparencia en temas de seguridad, así como con el fortalecimiento de la cooperación
de las Fuerzas Armadas de Colombia con este organismo multilateral y la
experiencia que el país latinoamericano puede ofrecer en la lucha contra el
terrorismo y el narcotráfico.
El ministro
colombiano también se reunió con embajadores y representantes ante la OTAN de
España, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Noruega, Holanda, Portugal y
Francia.
Pinzón mantuvo un
encuentro con Christian Leffler, el secretario ejecutivo de la Unión Europea
(UE), quien a su vez es el director ejecutivo para las Américas de este
organismo. Además de visitar Bélgica, el titular de Defensa realizó una gira
por varios países: Francia, Reino Unido y España.
El objetivo de esa
gira fue reforzar la estrategia de la diplomacia colombiana y buscar acceso a
conocimiento, experiencia y buenas prácticas de las fuerzas armadas europeas en
materia de operaciones de paz, humanitarias, justicia penal militar y procesos
de transformación del sector de defensa y seguridad, según el comunicado del
Ministerio de Defensa colombiano.
Santos y su Ministro de Defensa Pinzón dijeron
que el objetivo del contacto con la OTAN es “ser un socio en la cooperación
como lo son ahora Australia, Nueva Zelanda, Japón, entre otros países”.
¿Mal momento?
En el momento en el que el presidente Santos
anunció públicamente su intención de firmar un acuerdo con la OTAN, hubo una
tormenta de carácter continental. “Hay un giro negativo hacia una agenda de
desestabilización regional, de división regional, de ataque contra la
revolución bolivariana y de adhesión a los planes hegemónicos imperiales”, dijo
el presidente venezolano, Nicolás Maduro.
“Que un país latinoamericano quiera incorporarse
a la OTAN será instrumento de una política para debilitar y tratar de destruir
el proceso de unidad que vive la región”, añadió, por su parte, el presidente
Daniel Ortega, de Nicaragua.
Otro presidente de
la región que criticó duramente a Colombia fue Evo Morales, de Bolivia. No sólo
se pronunció en contra de una “amenaza” a Suramérica, sino que pidió al
secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), el
venezolano Alí Rodríguez, que convocara a una reunión del Consejo de Seguridad
del bloque, con carácter urgente.
“Cuando
internamente Estados Unidos ya no puede dominarnos a países, a Gobiernos, a pueblos
antiimperialistas, ¿cómo es posible que Colombia pida ser parte de la OTAN?
¿Para qué? Para agredir a Latinoamérica, para someter a Latinoamérica, para que
nos invada la OTAN como ha invadido en Europa y África”, dijo Morales.
A pesar de esta ola de críticas, Santos ordenó a
su ministro viajar a Bruselas y firmar el acuerdo de intercambio de
información. El tratado firmado por Colombia y la OTAN para intercambiar
información clasificada podría afectar a la confianza entre los países
latinoamericanos en materia de Defensa, según algunos expertos.
“América Latina a
través de la Unasur está trabajando puntualmente en el ámbito de Defensa y en
el ámbito militar para sembrar confianza entre los países de nuestra región. Y
esta decisión [de Colombia] afecta precisamente contra esta confianza”, comentó
el analista internacional Adrián Fernández.
Ante las críticas
de algunos países latinoamericanos a Bogotá de querer pertenecer a la OTAN
dando la espalda a otras organizaciones de la región, Pinzón subrayó que
"está muy claro que Colombia ni forma parte ni va a ser parte de la
Alianza".
En este sentido la
portavoz adjunta de la OTAN, Carmen Romero, indicó que "el documento de
seguridad firmado hoy no otorga rango de socio (a Colombia) sino de cooperación
para intereses comunes". ¿Qué intereses comunes puede haber entre Colombia
y la OTAN? Una sarta de falsedades ha utilizado la Colombia administrada por el
conservadurismo para buscar “cooperaciones” con la OTAN.
“Por su geografía y
según el artículo 10 del Tratado de Washington, "Colombia no podría ser
nunca país candidato a la organización", dijeron los otancistas, pero el
Gobierno de Santos por intermedio de Pinzón explicó que el acuerdo
"permitirá que las experiencias de Colombia en la lucha contra el narcotráfico,
el terrorismo internacional y otras capacidades desarrolladas puedan ser
conocidas por otros países que lo requieran". Otra mentira, ¿Qué país
querría compartir las experiencias colombianas en su fallida lucha contra las
guerrillas, en sus atroces falsos positivos, en sus bandas paramilitares y en
su fracaso rotundo de su participación en la perdida guerra de Estados Unidos
contra el narcotráfico internacional? ¿Qué país querría aprender de los narcos
colombianos la inmensa capacidad para producir cocaína y abastecer por ejemplo,
en más del 70% al mercado de consumo más grande del mundo que está precisamente
en Estados Unidos? El gobierno de Santos dijo que Colombia podrá “aprender los
altos estándares de la OTAN en materias como emergencias civiles y operaciones
humanitarias y de paz", además de “asuntos asociados a la integridad, la
transparencia, así como mecanismos anticorrupción". Más falacias. ¿Acaso
han sido emergencias civiles y operaciones humanitarias y de paz", o
“asuntos asociados a la integridad, la transparencia, así como mecanismos
anticorrupción" las agresiones de la OTAN que destruyeron a Yugoeslavia?
¿Las agresiones de la OTAN a Libia, Afganistán, Irak, pueden ser consideradas
operaciones humanitarias y de paz? Demagogias y mentiras ocultan las verdaderas
intenciones del imperio y su OTAN en nuestra América Latina con la vergonzante
participación colombiana.
Razones sobran para
que el presidente boliviano, Evo Morales, haya calificado a ese “acuerdo de
cooperación” como una "provocación" hacia los gobiernos
"antiimperialistas". "Quiero que sepan, que es una agresión, una
provocación, una conspiración contra los gobiernos antiimperialistas, a
Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y no lo vamos a permitir", dijo
enérgicamente.
Cabe recordar que el presidente colombiano, Juan
Manuel Santos, declaraba que la OTAN suscribirá un acuerdo con Bogotá para
iniciar todo un proceso de acercamiento "con miras también a ingresar a
esa organización". Evo Morales, le dijo que el anuncio equivale a un
"pedido de ser parte de la OTAN".
Según el mandatario
boliviano, la OTAN es un instrumento que usan los EE.UU. y la UE para invadir a
otros países y hacerse con sus recursos naturales. "Cuando internamente
Estados Unidos ya no puede dominarnos a países, a gobiernos, a pueblos
antiimperialistas, ¿cómo es posible que Colombia pida ser parte de la OTAN?
¿Para qué?
"No queremos guerra con la OTAN, queremos
paz. No queremos muertos, queremos vida y algunos presidentes de gobiernos como
el de Colombia que no se equivoquen, no es posible permitir la intervención de
la OTAN, (y que) militares de Europa y Estados Unidos intervengan a
Latinoamérica", agregó Morales al tiempo que exhortó a los movimientos
sociales latinoamericanos a organizarse para defender los recursos naturales.
Colombia está yendo
por un camino diferente, por lo menos en este momento histórico, y toma
decisiones propias, acentúa por su parte el analista político Eduardo Berezán.
El intercambio de información clasificada entre Bogotá y la OTAN, previsto en
el marco del proceso de acercamiento anunciado por el Gobierno colombiano,
"genera un quiebre en lo que era la unidad latinoamericana, la integración
regional", insiste.
“Colombia podría
ser la piedra de tropiezo para toda América Latina, especialmente si empieza a
colaborar con la OTAN, ya que podría desequilibrar la seguridad en la región,
aseguran los expertos. La posible cooperación de Bogotá con la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN) "podría tener una implicación muy fuerte
(para Latinoamérica), especialmente porque sería el único país de la región que
(forme parte de esa organización internacional de carácter militar)", lo
que "podría desestabilizar el equilibrio regional de seguridad",
sostiene el profesor de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA),
Raúl Hinojosa.
Según Hinojosa, Bogotá deber "tener mucho
cuidado al explicar los motivos del por qué" quiere formar parte de la
OTAN, y advierte que el Gobierno colombiano "se está abriendo a las
críticas de la región".
Mientras el periodista Ramón Jimeno advirtió que
hay temor en Venezuela de que Santos retome la política agresiva que asumió
cuando fue ministro de Defensa del ex presidente Álvaro Uribe, cuando acusó a
Chávez y a todo el Gobierno venezolano de ser una amenaza para Colombia.
"Es un gesto muy agresivo hacia un país que ha ayudado a Colombia a
establecer un proceso de paz con las FARC, que de por sí tiene unas
complejidades enormes (…) Es lógico que Venezuela lo interprete como una
traición", comentó el periodista.
Desde Bogotá (apro)
señalaba que el acuerdo de cooperación militar suscrito entre Colombia y la
Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) se convirtió en un
elemento que tensa las relaciones de este país sudamericano con sus vecinos y
amenaza con alterar los equilibrios geopolíticos de la región.
El convenio,
suscrito el pasado 25 de junio en Bruselas, sede de la OTAN, fue anunciado por
el ministro colombiano de Defensa, Juan Carlos Pinzón, como un mecanismo para
intercambiar información clasificada entre las partes y para que este país
pueda elevar los estándares de sus Fuerzas Armadas en áreas como protección de
derechos humanos, operaciones de paz, justicia militar y atención de desastres
naturales.
“En la medida en
que Colombia fortalezca su cooperación con organismos multilaterales y otros
países, las Fuerzas Armadas podrán elevar sus estándares técnicos y
profesionales al nivel de las Fuerzas Armadas de las democracias más avanzadas
del mundo y seguir desarrollando capacidades cada vez más efectivas en la lucha
contra el terrorismo y el crimen organizado”, señaló el ministro en una
declaración que desató reacciones adversas en varias naciones sudamericanas.
Colombia ha
insistido en que no busca ser miembro de la OTAN -una alianza militar
estadunidense y europea creada tras el fin de la II Guerra Mundial bajo el
liderazgo de Washington—, pero Brasil, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua
dejaron en claro que ese acuerdo de cooperación les deja un amargo sabor de
boca.
“Es lamentable que algunos países de nuestra
América hagan acuerdos con la OTAN, que es sinónimo de dominación, de invasión,
de muerte, y no de paz y de justicia social”, dijo el presidente boliviano Evo
Morales, quien recordó las cuestionadas intervenciones militares que, en nombre
de la democracia y la libertad, ha realizado esa alianza en naciones como Libia.
El ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorim,
expresó que “respetamos la soberanía de los países pero vemos con preocupación
un acercamiento de un país miembro de Unasur y del Consejo de Defensa
Suramericano con una alianza defensiva militar extrarregional”.
Colombia es miembro de la Unión de Naciones
Suramericanas (Unasur), un mecanismo de integración regional que promueve la
concertación política de los países del área. Además forma parte del Consejo de
Defensa Suramericano (CDS), una iniciativa militar promovida bajo el liderazgo
de Brasil que busca “construir una identidad suramericana en materia de
defensa”.
Apuesta riesgosa
La investigadora de temas internacionales y de
seguridad de la Universidad Nacional (UN) de Colombia, Socorro Ramírez, dice a
Apro que el convenio suscrito con la OTAN es una “apuesta riesgosa” para el
gobierno del presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien desde su llegada
al poder, en agosto de 2010, se había caracterizado por desarrollar una
política de acercamiento con sus vecinos Venezuela y Ecuador y por participar
en el proceso de integración regional en el marco de la Unasur.
Santos logró recomponer las relaciones con
Venezuela y Ecuador, que se encontraban muy dañadas por los continuos
desencuentros de su antecesor, Álvaro Uribe Vélez, con los gobiernos de esos
países. El presidente Santos acaba de denunciar que Uribe participa activamente
en diálogos con las derechas a estadounidenses, seguramente del Tea Party y la
CIA para agredir a Venezuela y desestabilizar la subregión, tal como venía
denunciando el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.
“Colombia ha avanzado en términos económicos, de
institucionalidad, de seguridad, pero está lejos de pensarse como potencia
regional y me parece que menospreciar la importancia de la buena vecindad y de
la construcción de ese acercamiento regional es un riego muy alto”, señala
Ramírez, doctora en Ciencia Política por la Universidad de París I, en su
crítica al “asocio “ de Colombia ¿con la OTAN .
La catedrática
considera que “podríamos estar asistiendo a la profundización de la
fragmentación regional, no sólo por Colombia, sino por la radicación de los
gobiernos de izquierda”.
“Es probable
-decía- que el gobierno colombiano quiera jugar en dos tableros, en el regional
y en el global, y que tenga una valoración distinta de la de hace tres años (cuando
Santos asumió la Presidencia) de la situación regional. Es probable que este
viendo un cambio en la geopolítica regional y que esté tratando de aprovechar
eso para buscar una convergencia política mayor en temas de seguridad con
Estados Unidos y con la Alianza Atlántica.”.
Equilibrios
El presidente de
Venezuela, Nicolás Maduro, consideró el acercamiento de Colombia con la OTAN
como una “amenaza” para la región y “una idea verdaderamente aberrante”. Dijo
que “se quieren traer el poder militar, la estrategia militar que la deciden en
Washington, de guerra de la OTAN, para el continente”.
Venezuela ha
potenciado su capacidad defensiva. Ahora construye drones que, al presentarlos
en mayo pasado, Maduro dijo que esos equipos servirán para contrarrestar “cualquier
amenaza” y “fuerza extranjera enemiga de nuestra patria”. El gobernante sostuvo
que la capacidad militar de su país está al servicio de la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de América (Alba), un foro regional conformado por Venezuela,
Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y
las Granadinas…
En el tablero
geopolítico regional Colombia es percibida como el más estrecho aliado de
Estados Unidos, país que comanda la OTAN, mientras que las naciones del Alba
ubican a Washington como una potencia imperial y como el principal enemigo
militar de la región.
Colombia con Santos a la cabeza del gobierno se
ha convertido en el aliado más importante de Washington en esta parte del mundo
con el convenio suscrito en Bruselas, sede de la Organización del Tratado del
Atlántico Norte ( OTAN ), que muy a pesar de su servilismo no ha logrado ser
considerado socio de la OTAN, tal como declaraban sus voceros al decir: “no
otorga rango de socio a Colombia, pero constituye un primer paso hacia una
futura cooperación en el área de seguridad”.
“Es muy
gratificante cuando los países con valores similares a los nuestros, se acercan
a nosotros”, indicó el secretario adjunto de la OTAN, Alexander Vershbow.
¿Acaso Colombia comparte los valores de la guerra de agresión que ha
caracterizado a la OTAN. ¿Colombia comparte los crímenes de guerra y los
genocidios cometidos por la OTAN con Estados Unidos como Comandante y líder de
la Organización del Atlántico Norte?
La OTAN, que cuenta actualmente con 28 países
miembros, ha firmado acuerdos de cooperación con países lejanos como Mongolia.
Incluso, ha otorgado el rango de socio a países como Nueva Zelanda, Australia y
Corea del Sur.
“En el futuro no se
descarta que también Colombia tenga el estatuto de socio como Australia o Nueva
Zelanda”, dijo la portavoz de la OTAN, Carmen Romero.
En Afganistán, la ISAF (International Security
Assistance Force) cuenta con efectivos de 22 países no pertenecientes a la OTAN
que contribuyen con 4.000 soldados a la guerra de agresión contra uno de los
países más pobres de la tierra.
Rafael Piñeros
decía en el diario El Espectador que “De conformidad con las declaraciones del
vicesecretario de la OTAN, Alexander Vershbow, y del ministro colombiano, el
acuerdo no se enmarca dentro de ninguno de los programas estructurados por la
alianza en el pasado, como la Alianza por la Paz, la Iniciativa de Cooperación
de Estambul o el Diálogo Mediterráneo, que buscaban acercar a miembros de la
Cortina de Hierro, del golfo Pérsico o del sur del Mediterráneo,
respectivamente, a las buenas prácticas que en materia de seguridad y defensa
desarrollaba la OTAN.
Por el contrario, el documento hace parte de la
estrategia trazada en el Concepto Estratégico de 2010 de la alianza, que busca
crear instrumentos puntuales y específicos con terceros estados alrededor del
mundo. Dentro del abanico de instrumentos, es pertinente mencionar la
capacitación de personal civil y militar, de participación en misiones de paz
(no en combates sino en otras funciones) y el desarrollo de capacidades
conjuntas, por ejemplo en materia de atención a personal herido en combate.
Australia, Corea del Sur y Japón tienen convenios en materia de reconstrucción
y apoyo de pequeñas comunidades: actividades de apoyo a misiones de paz, no
proliferación y manejo de crisis, respectivamente.
Piñeros agregaba
que Colombia busca aprovechar la capacitación técnica y militar que el Colegio
de Defensa de la OTAN, ubicado en Roma, le ofrece a personal civil y militar
sobre diversas materias de contenido estratégico, organizacional y técnico, que
permitirá, en un futuro, acercar estándares de profesionalización más altos”.
¿Para qué?
El analista
internacional Hugo Moldiz Mercado, sostenía: “La polémica sobre el tipo de
relación entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN) está demás. El país sudamericano -que es el que mayor asistencia militar
estadounidense recibe desde la implementación del Plan Colombia, a principios
del 2000-, ya le abrió las puertas de América Latina a ese instrumento mundial
de intervención luego de actuar, como socio cooperante y bajo bandera española,
en la invasión "de las fuerzas aliadas" a Afganistán en octubre de
2001.
Lo que agrava la situación es la decisión del
gobierno del presidente José Manuel Santos de subir un peldaño más en la
relación con la OTAN abierta por su predecesor Álvaro Uribe, en medio de una
contraofensiva estadounidense en el continente que busca recuperar el espacio
perdido desde la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), su
brazo económico. De hecho, la Alianza Pacífico, que la integran todos los
países que tienen firmado Tratado de Libre Comercio (TLCs) con EE.UU., al mismo
tiempo es la cobertura para una consolidación de sus posiciones militares.
La decisión colombiana, que será debatida en el
Consejo de Seguridad de la Unión de Naciones del Sur (Unasur) ha pedido de
Bolivia, representa también una amenaza real a la revolución bolivariana,
permanentemente asediada por la ultraderecha de ese país desde el principio, y
para los diálogos de paz que se llevan adelante en La Habana (Cuba).
La situación no
sería delicada si no estuviera en vigencia un Nuevo Concepto Estratégico de la
OTAN desde noviembre de 2010, aprobado en la Cumbre de Lisboa, donde en una
clara señal de su ingreso al cuarto desplazamiento de su historia desde que
fuera creada en 1948, esa fuerza militar multinacional se atribuye al derecho
de intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que sea.
La dimensión del paso que está dando Colombia
solo es posible tener en cuenta, además de los elementos señalados líneas
arriba, a partir de inscribir los últimos movimientos del imperio en un
contexto más amplio y de una manera menos fragmentada. La continuidad de la intervención
en Afganistán, donde en más de una década y media no se ha podido derrotar al
Talibán y mucho menos desmantelar Al Qaeda, y la presencia militar en Irak,
donde jamás se encontró las armas de destrucción masiva que presuntamente tenía
Saddam Hussein, así como las amenazas permanentes contra Corea del Norte e Irán
y el activo respaldo a la dura represión israelita contra el pueblo palestino,
constituyen datos de ese contexto.
Es más, si bien las
formas de la intervención en América Latina se muestran, todavía, distintas a
las observadas en los continentes de África y Asia, la contraofensiva política
y militar de los Estados Unidos contra procesos progresistas y revolucionarios
hay que analizarla como parte de una estrategia de dominación de espectro
global, cuyo objetivo es garantizar las condiciones de reproducción de un
sistema de dominación mundial que, por sus propias contradicciones, no logra
encontrar la fórmula “no militar” para salir de la crisis de rotación
transnacional del capital que se hace más profunda.
Pero el capital
siempre oculta su presencia y la disfraza en discursos e instituciones
nacionales e internacionales. Todas, desde el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas hasta la Organización de los Estados Americanos (OEA), pasando
por la OTAN, sirven para caminar, respaldados por un amplio despliegue
mediático, en la dirección de lograr ciertos niveles de legitimidad.
Los alcances del Nuevo Concepto Estratégico
En la cumbre de
Lisboa, en la que participaron 28 estados miembros y 21 asociados, se adoptó
por unanimidad el documento presentado por un equipo encabezado por la
estadounidense Madeleine Albright, la ultraderechista exsecretaria de Estado
del gobierno de Bush a la que Obama le dio su más amplio respaldo a poco de
asumir la conducción de la Casa Blanca, en enero de 2009. El “grupo de
expertos” estableció los límites del concepto, identificó las amenazas y
precisó las cuatro misiones militares del siglo XXI.
El nuevo Concepto
Estratégico, el tercero desde el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS) y el bloque socialista del Este, establece que “La OTAN debe
estar dispuesta a desplegar fuerzas militares robustas donde y cuando sea
requerido por nuestra seguridad y ayudar a promover seguridad común con
nuestros socios alrededor del globo”. Los dos anteriores conceptos de seguridad
“guiaron” a las fuerzas militares de la Alianza en los períodos 1991-1999 y
1999-2010. Por lo demás es importante subrayar que ya a partir de 1991, tras el
paso de la bipolaridad a la unipolaridad mundial, se van registrando en
términos teóricos y prácticos modificaciones en las líneas táctico-estratégicas
de la OTAN, que va dejando atrás el concepto de “respuesta flexible” que la
acompañó más de cuatro décadas.
Más claro, ni el agua. Con esta redefinición del
papel de la OTAN -que se ha constituido desde su fundación, en 1949, en la
prolongación de los largos brazos del Pentágono-, las fuerzas militares de la
Alianza -que es otra manera de camuflar la hegemonía estadounidense- pueden
intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que consideren
necesario o suficiente.
No hay que olvidar
que la OTAN surgió poco después de culminada la II Guerra Mundial con el
objetivo de neutralizar la influencia de la URSS en Europa y cuyo poder
militar, sin el cual el fascismo no habría sido derrotado a partir de la
batalla de Stalingrado, se consideraba una amenaza para los Estados conducidos
por ideas liberales, democracias representativas y economías capitalistas.
El primer país en que se concretó el Nuevo
Concepto Estratégico de la OTAN fue Libia, donde con el pretexto de respaldar a
los focos de resistencia militar opuestos al “régimen dictatorial” de Gadafi,
la fuerza militar multinacional le ha abierto las puertas a las corporaciones
para que se apoderen del petróleo y otros recursos de ese país situado al Norte
de África, donde la situación de la población civil desde septiembre de 2011 se
ha agravado por el hambre y las violentas disputas entre las tribus.
Pero a la OTAN hay que hacerle un seguimiento
más largo. Desaparecido el campo socialista a principios de los 90 y, por
tanto, desestructurado el Pacto de Varsovia -alianza militar de los países
socialistas en respuesta al peligro que representaba la articulación de Europa
occidental y Estados Unidos-, la OTAN no desapareció. La razón esgrimida para
su fundación ya no existía y lo que se pasó es a inventar otros pretextos y
crear otros enemigos. Todo lo contrario, se le asignaron nuevas misiones que en
los hechos empezaron a expandir la zona de influencia militar y política de los
países del capitalismo central.
La OTAN ya no tiene los 12 miembros con los que
nació en 1949 (de los que 5 primero conformaron el Tratado de Bruselas de 1948:
Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos y a los que se
sumaron Estados Unidos y Canadá y luego ese primer grupo invitó a otros 5:
Italia, Dinamarca, Noruega, Portugal e Islandia). Su número alcanza ahora a 28.
De los 14 Secretarios Generales que ha tenido esa Alianza militar, ninguno ha
sido estadounidense. Sin embargo, el liderazgo de Estados Unidos es inobjetable
e incuestionable por varias razones: su alianza estratégica con Gran Bretaña y
Francia, su capacidad militar y su habilidad de salir siempre bien parado de
las contradicciones y las pugnas dentro del bloque de países del capitalismo
central.
De ahí que no sea una casualidad que el
liderazgo de Estados Unidos en la guerra contra Libia haya encontrado en Gran
Bretaña y Francia sus dos entusiastas operadores. De hecho, entre esos tres
países hay una convergencia de intereses por controlar el Oriente Medio. De
hecho, el imperialismo colectivo del que habla el intelectual Samir Amín para
hacer mención a Estados Unidos, Japón y Europa siempre tuvo la intención de
constituir un Mercado Común de Medio Oriente para aprovechar los recursos
naturales y en el pasado de la bipolaridad hizo alianzas con los gobiernos
monárquicos, autocráticos y nada democráticos de la región, así como suministró
armas, dinero y entrenamiento a grupos musulmanes anti-comunistas -como Al
Qaeda- con el objetivo de neutralizar cualquier intento de expansión de la URSS.
Otro dato, no
menor, a tener en cuenta y que refuerza el liderazgo de Estados Unidos en la
OTAN y su nuevo concepto estratégico es el alcance de los planes operativos. Lo
que se aprobó en Lisboa en 2010 está previsto hasta el 2020 y el plan
estratégico de la CIA -de la que ya se ha confirmado su activa presencia en
Libia- también llega a ese mismo año.
América Latina,
¿fuera de peligro?
¿La aplicación del nuevo Concepto Estratégico de
la OTAN es una amenaza para América Latina? Su importancia está dada a partir
del peligro que representa ese rediseño estratégico de la OTAN para los
gobiernos progresistas y revolucionarios en el continente, especialmente para
Cuba y Venezuela -en primer lugar- y Bolivia, complementariamente.
La primera visita de Obama a tres países de
América Latina en marzo de 2011 (Brasil, Chile y El Salvador), las permanentes
giras de Hillary Clinton por el hemisferio, el golpe de Estado en Honduras
contra el presidente legítimo Manuel Zelaya, el intento estadounidense de
mostrar a Bolivia y Venezuela como una suerte de “narco-estados”, las
agresiones permanentes contra Cuba, la ampliación de sus bases militares en el
continente y la activación de la IV Flota son datos de la realidad que no se
los puede ignorar.
Hasta ahora, desde la perspectiva de la Doctrina
Monroe, en la que Estados Unidos se asigna una paternidad sobre América Latina
y el Caribe, la mayor parte de las campañas de desestabilización de procesos
progresistas se han apoyado en fuerzas armadas locales, obviamente con mandos
entrenados en la Escuela de las Américas y en grupos paramilitares de corte
fascista, aunque también se han dado casos de intervenciones directas de tropas
estadounidenses en Guatemala (1954), República Dominicana (1965), Granada
(1983), Panamá (1989) y Haití (1994). Todas con la complicidad de la OEA.
Pero si hay algo que tampoco puede ignorarse, es
el papel que Estados Unidos ha decidido darle a Colombia en la aplicación de su
estrategia global, aplicada ya sea desde el Pentágono o su brazo multinacional,
la OTAN. En 2008, a iniciativa estadounidense y con la fachada de España, el
presidente Álvaro Uribe logró que el Estado colombiano participara a través de
sus fuerzas armadas -las mejores equipadas en América Latina- en las
operaciones de la Alianza Atlántica en Afganistán.
La participación de
Colombia en la OTAN en calidad de observador se mantiene, pero la figura es más
o menos similar a lo que ocurrió con muchos de los países del Mediterráneo, no
considerados formalmente dentro de la lista de potenciales miembros. En 1994,
desaparecido el bloque socialista, se invitó a varios países de esa parte del
mundo (Israel, Egipto, Marruecos, Túnez y Mauritania) y en 2004, en la Cumbre
de Estambul, se establecieron acuerdos para garantizar la seguridad y la
estabilidad regionales. Es decir, no es una exageración que a partir del nuevo
Concepto Estratégico -intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo
que sea-, la OTAN vaya facilitando la incorporación colombiana como socio
cooperante y de otros países afines a los intereses imperiales en la región que
se alistan a fortalecer la Alianza Pacífico.
De todas las
amenazas que la Alianza Atlántica identificó en Lisboa para la “civilización
occidental” y que justificaría su intervención: proliferación de misiles
balísticos y armas nucleares y de destrucción masiva, el terrorismo, los
ataques a las vías de comunicación, los ciberataques y la inestabilidad o los
conflictos más allá de las fronteras de la OTAN y los problemas derivados del
cambio climático y de la escasez de los recursos naturales, los dos últimos son
los que podrían invocarse para intervenir en América Latina, donde se ha puesto
en cuestión la hegemonía estadounidense y bastante rico en agua dulce, petróleo
y gas, biodiversidad, plantas medicinales y otros.
La historia contra los procesos emancipadores no
es nueva. Lo nuevo es que las injerencias estadounidenses estarán camufladas en
las banderas de la OTAN y en la plena subordinación de la ONU, cuya
reestructuración es necesaria y urgente”. Además, Estados Unidos tiene muchas
bases militares y pretende otras, pero lo que no entienden los imperialistas y
sus esbirros, es que América Latina y el Caribe constituyen una zona libre de
armas nucleares y químico-bacteriológicas que, en cambio, las tienen de sobra
el Pentágono y la OTAN
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, 255); display: inline !important; float: none;">“Es probable -decía- que el gobierno colombiano quiera jugar en dos tableros, en el regional y en el global, y que tenga una valoración distinta de la de hace tres años (cuando Santos asumió la Presidencia) de la situación regional. Es probable que este viendo un cambio en la geopolítica regional y que esté tratando de aprovechar eso para buscar una convergencia política mayor en temas de seguridad con Estados Unidos y con la Alianza Atlántica.”.
Equilibrios
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, consideró el acercamiento de Colombia con la OTAN como una “amenaza” para la región y “una idea verdaderamente aberrante”. Dijo que “se quieren traer el poder militar, la estrategia militar que la deciden en Washington, de guerra de la OTAN, para el continente”.
Venezuela ha potenciado su capacidad defensiva. Ahora construye drones que, al presentarlos en mayo pasado, Maduro dijo que esos equipos servirán para contrarrestar “cualquier amenaza” y “fuerza extranjera enemiga de nuestra patria”. El gobernante sostuvo que la capacidad militar de su país está al servicio de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (Alba), un foro regional conformado por Venezuela, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Antigua y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas…
En el tablero geopolítico regional Colombia es percibida como el más estrecho aliado de Estados Unidos, país que comanda la OTAN, mientras que las naciones del Alba ubican a Washington como una potencia imperial y como el principal enemigo militar de la región.
Colombia con Santos a la cabeza del gobierno se ha convertido en el aliado más importante de Washington en esta parte del mundo con el convenio suscrito en Bruselas, sede de la Organización del Tratado del Atlántico Norte ( OTAN ), que muy a pesar de su servilismo no ha logrado ser considerado socio de la OTAN, tal como declaraban sus voceros al decir: “no otorga rango de socio a Colombia, pero constituye un primer paso hacia una futura cooperación en el área de seguridad”.
“Es muy gratificante cuando los países con valores similares a los nuestros, se acercan a nosotros”, indicó el secretario adjunto de la OTAN, Alexander Vershbow. ¿Acaso Colombia comparte los valores de la guerra de agresión que ha caracterizado a la OTAN. ¿Colombia comparte los crímenes de guerra y los genocidios cometidos por la OTAN con Estados Unidos como Comandante y líder de la Organización del Atlántico Norte?
La OTAN, que cuenta actualmente con 28 países miembros, ha firmado acuerdos de cooperación con países lejanos como Mongolia. Incluso, ha otorgado el rango de socio a países como Nueva Zelanda, Australia y Corea del Sur.
“En el futuro no se descarta que también Colombia tenga el estatuto de socio como Australia o Nueva Zelanda”, dijo la portavoz de la OTAN, Carmen Romero.
En Afganistán, la ISAF (International Security Assistance Force) cuenta con efectivos de 22 países no pertenecientes a la OTAN que contribuyen con 4.000 soldados a la guerra de agresión contra uno de los países más pobres de la tierra.
Rafael Piñeros decía en el diario El Espectador que “De conformidad con las declaraciones del vicesecretario de la OTAN, Alexander Vershbow, y del ministro colombiano, el acuerdo no se enmarca dentro de ninguno de los programas estructurados por la alianza en el pasado, como la Alianza por la Paz, la Iniciativa de Cooperación de Estambul o el Diálogo Mediterráneo, que buscaban acercar a miembros de la Cortina de Hierro, del golfo Pérsico o del sur del Mediterráneo, respectivamente, a las buenas prácticas que en materia de seguridad y defensa desarrollaba la OTAN.
Por el contrario, el documento hace parte de la estrategia trazada en el Concepto Estratégico de 2010 de la alianza, que busca crear instrumentos puntuales y específicos con terceros estados alrededor del mundo. Dentro del abanico de instrumentos, es pertinente mencionar la capacitación de personal civil y militar, de participación en misiones de paz (no en combates sino en otras funciones) y el desarrollo de capacidades conjuntas, por ejemplo en materia de atención a personal herido en combate. Australia, Corea del Sur y Japón tienen convenios en materia de reconstrucción y apoyo de pequeñas comunidades: actividades de apoyo a misiones de paz, no proliferación y manejo de crisis, respectivamente.
Piñeros agregaba que Colombia busca aprovechar la capacitación técnica y militar que el Colegio de Defensa de la OTAN, ubicado en Roma, le ofrece a personal civil y militar sobre diversas materias de contenido estratégico, organizacional y técnico, que permitirá, en un futuro, acercar estándares de profesionalización más altos”. ¿Para qué?
El analista internacional Hugo Moldiz Mercado, sostenía: “La polémica sobre el tipo de relación entre Colombia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está demás. El país sudamericano -que es el que mayor asistencia militar estadounidense recibe desde la implementación del Plan Colombia, a principios del 2000-, ya le abrió las puertas de América Latina a ese instrumento mundial de intervención luego de actuar, como socio cooperante y bajo bandera española, en la invasión "de las fuerzas aliadas" a Afganistán en octubre de 2001.
Lo que agrava la situación es la decisión del gobierno del presidente José Manuel Santos de subir un peldaño más en la relación con la OTAN abierta por su predecesor Álvaro Uribe, en medio de una contraofensiva estadounidense en el continente que busca recuperar el espacio perdido desde la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), su brazo económico. De hecho, la Alianza Pacífico, que la integran todos los países que tienen firmado Tratado de Libre Comercio (TLCs) con EE.UU., al mismo tiempo es la cobertura para una consolidación de sus posiciones militares.
La decisión colombiana, que será debatida en el Consejo de Seguridad de la Unión de Naciones del Sur (Unasur) ha pedido de Bolivia, representa también una amenaza real a la revolución bolivariana, permanentemente asediada por la ultraderecha de ese país desde el principio, y para los diálogos de paz que se llevan adelante en La Habana (Cuba).
La situación no sería delicada si no estuviera en vigencia un Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN desde noviembre de 2010, aprobado en la Cumbre de Lisboa, donde en una clara señal de su ingreso al cuarto desplazamiento de su historia desde que fuera creada en 1948, esa fuerza militar multinacional se atribuye al derecho de intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que sea.
La dimensión del paso que está dando Colombia solo es posible tener en cuenta, además de los elementos señalados líneas arriba, a partir de inscribir los últimos movimientos del imperio en un contexto más amplio y de una manera menos fragmentada. La continuidad de la intervención en Afganistán, donde en más de una década y media no se ha podido derrotar al Talibán y mucho menos desmantelar Al Qaeda, y la presencia militar en Irak, donde jamás se encontró las armas de destrucción masiva que presuntamente tenía Saddam Hussein, así como las amenazas permanentes contra Corea del Norte e Irán y el activo respaldo a la dura represión israelita contra el pueblo palestino, constituyen datos de ese contexto.
Es más, si bien las formas de la intervención en América Latina se muestran, todavía, distintas a las observadas en los continentes de África y Asia, la contraofensiva política y militar de los Estados Unidos contra procesos progresistas y revolucionarios hay que analizarla como parte de una estrategia de dominación de espectro global, cuyo objetivo es garantizar las condiciones de reproducción de un sistema de dominación mundial que, por sus propias contradicciones, no logra encontrar la fórmula “no militar” para salir de la crisis de rotación transnacional del capital que se hace más profunda.
Pero el capital siempre oculta su presencia y la disfraza en discursos e instituciones nacionales e internacionales. Todas, desde el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hasta la Organización de los Estados Americanos (OEA), pasando por la OTAN, sirven para caminar, respaldados por un amplio despliegue mediático, en la dirección de lograr ciertos niveles de legitimidad.
Los alcances del Nuevo Concepto Estratégico
En la cumbre de Lisboa, en la que participaron 28 estados miembros y 21 asociados, se adoptó por unanimidad el documento presentado por un equipo encabezado por la estadounidense Madeleine Albright, la ultraderechista exsecretaria de Estado del gobierno de Bush a la que Obama le dio su más amplio respaldo a poco de asumir la conducción de la Casa Blanca, en enero de 2009. El “grupo de expertos” estableció los límites del concepto, identificó las amenazas y precisó las cuatro misiones militares del siglo XXI.
El nuevo Concepto Estratégico, el tercero desde el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y el bloque socialista del Este, establece que “La OTAN debe estar dispuesta a desplegar fuerzas militares robustas donde y cuando sea requerido por nuestra seguridad y ayudar a promover seguridad común con nuestros socios alrededor del globo”. Los dos anteriores conceptos de seguridad “guiaron” a las fuerzas militares de la Alianza en los períodos 1991-1999 y 1999-2010. Por lo demás es importante subrayar que ya a partir de 1991, tras el paso de la bipolaridad a la unipolaridad mundial, se van registrando en términos teóricos y prácticos modificaciones en las líneas táctico-estratégicas de la OTAN, que va dejando atrás el concepto de “respuesta flexible” que la acompañó más de cuatro décadas.
Más claro, ni el agua. Con esta redefinición del papel de la OTAN -que se ha constituido desde su fundación, en 1949, en la prolongación de los largos brazos del Pentágono-, las fuerzas militares de la Alianza -que es otra manera de camuflar la hegemonía estadounidense- pueden intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que consideren necesario o suficiente.
No hay que olvidar que la OTAN surgió poco después de culminada la II Guerra Mundial con el objetivo de neutralizar la influencia de la URSS en Europa y cuyo poder militar, sin el cual el fascismo no habría sido derrotado a partir de la batalla de Stalingrado, se consideraba una amenaza para los Estados conducidos por ideas liberales, democracias representativas y economías capitalistas.
El primer país en que se concreto el Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN fue Libia, donde con el pretexto de respaldar a los focos de resistencia militar opuestos al “régimen dictatorial” de Gadafi, la fuerza militar multinacional le ha abierto las puertas a las corporaciones para que se apoderen del petróleo y otros recursos de ese país situado al Norte de África, donde la situación de la población civil desde septiembre de 2011 se ha agravado por el hambre y las violentas disputas entre las tribus.
Pero a la OTAN hay que hacerle un seguimiento más largo. Desaparecido el campo socialista a principios de los 90 y, por tanto, desestructurado el Pacto de Varsovia -alianza militar de los países socialistas en respuesta al peligro que representaba la articulación de Europa occidental y Estados Unidos-, la OTAN no desapareció. La razón esgrimida para su fundación ya no existía y lo que se pasó es a inventar otros pretextos y crear otros enemigos. Todo lo contrario, se le asignaron nuevas misiones que en los hechos empezaron a expandir la zona de influencia militar y política de los países del capitalismo central.
La OTAN ya no tiene los 12 miembros con los que nació en 1949 (de los que 5 primero conformaron el Tratado de Bruselas de 1948: Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos y a los que se sumaron Estados Unidos y Canadá y luego ese primer grupo invitó a otros 5: Italia, Dinamarca, Noruega, Portugal e Islandia). Su número alcanza ahora a 28. De los 14 Secretarios Generales que ha tenido esa Alianza militar, ninguno ha sido estadounidense. Sin embargo, el liderazgo de Estados Unidos es inobjetable e incuestionable por varias razones: su alianza estratégica con Gran Bretaña y Francia, su capacidad militar y su habilidad de salir siempre bien parado de las contradicciones y las pugnas dentro del bloque de países del capitalismo central.
De ahí que no sea una casualidad que el liderazgo de Estados Unidos en la guerra contra Libia haya encontrado en Gran Bretaña y Francia sus dos entusiastas operadores. De hecho, entre esos tres países hay una convergencia de intereses por controlar el Oriente Medio. De hecho, el imperialismo colectivo del que habla el intelectual Samir Amín para hacer mención a Estados Unidos, Japón y Europa siempre tuvo la intención de constituir un Mercado Común de Medio Oriente para aprovechar los recursos naturales y en el pasado de la bipolaridad hizo alianzas con los gobiernos monárquicos, autocráticos y nada democráticos de la región, así como suministró armas, dinero y entrenamiento a grupos musulmanes anti-comunistas -como Al Qaeda- con el objetivo de neutralizar cualquier intento de expansión de la URSS.
Otro dato, no menor, a tener en cuenta y que refuerza el liderazgo de Estados Unidos en la OTAN y su nuevo concepto estratégico es el alcance de los planes operativos. Lo que se aprobó en Lisboa en 2010 está previsto hasta el 2020 y el plan estratégico de la CIA -de la que ya se ha confirmado su activa presencia en Libia- también llega a ese mismo año.
América Latina, ¿fuera de peligro?
¿La aplicación del nuevo Concepto Estratégico de la OTAN es una amenaza para América Latina? Su importancia está dada a partir del peligro que representa ese rediseño estratégico de la OTAN para los gobiernos progresistas y revolucionarios en el continente, especialmente para Cuba y Venezuela -en primer lugar- y Bolivia, complementariamente.
La primera visita de Obama a tres países de América Latina en marzo de 2011 (Brasil, Chile y El Salvador), las permanentes giras de Hillary Clinton por el hemisferio, el golpe de Estado en Honduras contra el presidente legítimo Manuel Zelaya, el intento estadounidense de mostrar a Bolivia y Venezuela como una suerte de “narco-estados”, las agresiones permanentes contra Cuba, la ampliación de sus bases militares en el continente y la activación de la IV Flota son datos de la realidad que no se los puede ignorar.
Hasta ahora, desde la perspectiva de la Doctrina Monroe, en la que Estados Unidos se asigna una paternidad sobre América Latina y el Caribe, la mayor parte de las campañas de desestabilización de procesos progresistas se han apoyado en fuerzas armadas locales, obviamente con mandos entrenados en la Escuela de las Américas y en grupos paramilitares de corte fascista, aunque también se han dado casos de intervenciones directas de tropas estadounidenses en Guatemala (1954), República Dominicana (1965), Granada (1983), Panamá (1989) y Haití (1994). Todas con la complicidad de la OEA.
Pero si hay algo que tampoco puede ignorarse, es el papel que Estados Unidos ha decidido darle a Colombia en la aplicación de su estrategia global, aplicada ya sea desde el Pentágono o su brazo multinacional, la OTAN. En 2008, a iniciativa estadounidense y con la fachada de España, el presidente Álvaro Uribe logró que el Estado colombiano participara a través de sus fuerzas armadas -las mejores equipadas en América Latina- en las operaciones de la Alianza Atlántica en Afganistán.
La participación de Colombia en la OTAN en calidad de observador se mantiene, pero la figura es más o menos similar a lo que ocurrió con muchos de los países del Mediterráneo, no considerados formalmente dentro de la lista de potenciales miembros. En 1994, desaparecido el bloque socialista, se invitó a varios países de esa parte del mundo (Israel, Egipto, Marruecos, Túnez y Mauritania) y en 2004, en la Cumbre de Estambul, se establecieron acuerdos para garantizar la seguridad y la estabilidad regionales. Es decir, no es una exageración que a partir del nuevo Concepto Estratégico -intervenir en cualquier parte del mundo y por el motivo que sea-, la OTAN vaya facilitando la incorporación colombiana como socio cooperante y de otros países afines a los intereses imperiales en la región que se alistan a fortalecer la Alianza Pacífico.
De todas las amenazas que la Alianza Atlántica identificó en Lisboa para la “civilización occidental” y que justificaría su intervención: proliferación de misiles balísticos y armas nucleares y de destrucción masiva, el terrorismo, los ataques a las vías de comunicación, los ciberataques y la inestabilidad o los conflictos más allá de las fronteras de la OTAN y los problemas derivados del cambio climático y de la escasez de los recursos naturales, los dos últimos son los que podrían invocarse para intervenir en América Latina, donde se ha puesto en cuestión la hegemonía estadounidense y bastante rico en agua dulce, petróleo y gas, biodiversidad, plantas medicinales y otros.
La historia contra los procesos emancipadores no es nueva. Lo nuevo es que las injerencias estadounidenses estarán camufladas en las banderas de la OTAN y en la plena subordinación de la ONU, cuya reestructuración es necesaria y urgente”. Además, Estados Unidos tiene muchas bases militares y pretende otras, pero lo que no entienden los imperialistas y sus esbirros, es que América Latina y el Caribe constituyen una zona libre de armas nucleares y químico-bacteriológicas que, en cambio, las tienen de sobra el Pentágono y la OTAN
Tribunal Dignidad, Soberanía, Paz contra la Guerra-Comité Independencia y Soberanía para América Latina (CISPAL).
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